El gran factor sorpresa que nos trae la Economía Colaborativa: La generación de confianza.
Tras 6 años de operación, la plataforma Airbnb valorizada en $US10 billones (miles de millones) fue legalizada a principios de octubre 2014, en San Francisco (CA), su ciudad natal. Esta plataforma para compartir cuartos ha sido uno de los mayores referentes de la construcción de confianza y cómo la economía colaborativa está poniendo en jaque a grandes corporaciones tradicionales. O, entiéndase de otra forma: la acción de “poseer” esté siendo dejada atrás por un la de “compartir”.
Según un estudio realizado por MIT (Massachusetts Institute of Technology) la economía colaborativa o consumo colaborativo hoy mueve casi 30 mil millones de dólares y tiene potencial para superar los 100 mil millones en unos años más.
Este crecimiento exponencial, basado en negocios de la Internet, se debe, entre otras cosas, en que son las mismas personas las que hacen girar este motor. Los arrendatarios de un cuarto de Barcelona en la plataforma Airbnb, el estudiante que es conductor de Lyft para generar un segundo ingreso y conocer a sus vecinos, o el conductor de terno y corbata de Uber que está siempre disponible para trasladarte a una fiesta en la ciudad de París, Londres o Bogotá.
La economía colaborativa sacó la voz popular de los miles de usuarios que están cambiando la manera en que se ha movido el mundo en estos últimos 100 años donde han reinado las grandes corporaciones que con la obsolescencia programada- entiéndase como la reducción deliberada del tiempo útil/vida de cientos de productos para aumentar el consumo de estos- han hecho que miles de nosotros busquemos poseer y poseer antes que compartir.
Pero, esta regla fija de producción – muy bien materializada en el consumo masivo de productos- nos ha alejado de uno de los sentimientos y acciones más intrínsecas del ser humano: el compartir, el intercambiar.
En grandes urbes como Barcelona y Londres, donde se reciben cerca de 10 millones de turistas anualmente, el sistema de peer-to-peer (particular-a-particular), liderado por Airbnb es cada vez más común. En Londres Uber (App para pedir autos de lujo) irrumpió con tanta fuerza que los alegatos en contra de está empresa y contra quienes están utilizando su plataforma tecnológica no cesaron. Es así como hoy estamos en la encrucijada donde se están viendo las dos caras de la moneda.
Lo interesante de esta discusión es que los que se enfrentan son dos grupos de gigantes (Por un lado las plataformas tecnológicas como Airbnb/Lyft/Uber/etc y por el otro el grupo de lo que siempre se ha hecho, de lo conocido: Estado, Sindicatos, Legisladores), pero la GRAN diferencia aquí es que el primer grupo de gigantes (el de las plataformas tecnológicas) están construidos por personas, por seres comunes que luchan por sus derechos y defiende -sin que nadie así se los pida- estas plataformas de Internet por el hecho que les permiten compartir algo de ellos… nada más que eso…repito, porque les permiten compartir algo propio.
Tenemos que empezar a mirar distinto. A mirar con un ojo más profundo para no caer en la prohibición de que una persona por voluntad propia y a un precio por ellos previamente convenido, compartan un espacio para dormir, compartan un auto para trasladarse, sean conductores por un día o simplemente presten un espacio en su casa para cuidar a la mascota del vecino. De eso trata todo esto: compartir y abrirse a la voluntad del otro, simplemente materializar de manera real el significado de libertad.
Es por ello que el alegato a favor de estas empresas, que en algún momento fueron una “startup” nacida de un grupo de jóvenes con pensamiento disruptivo, se basa en la crítica contra un sistema que no está permitiendo libertades de acción con bienes propios –no públicos-. Y, aún más cierto es que ese alegato se afirmaba en que esas personas volvieron a confiar en prestar un bien a un desconocido, gracias a que una plataforma de internet le permitía saber algo más que el nombre de aquella persona- y es ahí donde está el magistral cambio que las tecnologías –sean Apps o Plataformas- nos están entregando.
La economía colaborativa trata de eso: de generar productos que tengan un valor agregado que vaya más allá que tan solo resolver una necesidad. Con el constante crecimiento de todos, ¿Por qué no ser nosotros los impulsores de un cambio social y disruptivo?
Y lo principal en este “nuevo” mundo, que de a poco empieza a entrar a Latino América es que se no se comienza con compartir un bien, sino que en generar confianza. Es ahí donde entra la tecnología, donde todas estas nuevas aplicaciones o plataformas que van surgiendo cada día son herramientas fundamentales para materializar esas redes de confianza, o más bien, agrandar nuestro espectro de red, la cantidad de personas en las cuáles confiamos y darnos cuenta que no somos tan pocos los que efectivamente queremos un fin mayor, un bien para el otro y estamos dispuestos a compartir ciertos bienes por un beneficio específico o simplemente por afán a hacerlo.
Originalmente publicada en DeLaMusa @DeLaMusa